Fuego
España es el segundo país de Europa con mayor superficie de masa forestal detrás de Suecia. Durante la segunda mitad del siglo XX el combustible tradicional, la madera, fue sustituido por los derivados del petróleo. El éxodo de la población rural a las ciudades industrializadas supuso el fin de los aprovechamientos forestales y el abandono de los usos agrícolas, dando paso a una total decadencia de los ecosistemas intervenidos por el hombre desde tiempos remotos, y a una emergencia agravada por el cambio climático.
Si cambia el paisaje y si cambia el clima, cambia el comportamiento del fuego. Es aquí cuando se habla de incendios que escapan a la capacidad de extinción. Son incendios de una voracidad inmensa, con gran acumulación de energía que devoran todo a su paso y cuya extinción no depende de más aviones, sino de soluciones más complejas.
Toda mi carrera se ha orientado a destacar y sensibilizar sobre temáticas medioambientales. Desde el año 2003 no he desistido en la difícil documentación de los esfuerzos de los cuerpos de bomberos que cada verano se empeñan en minimizar el impacto del fuego en nuestros bosques. Esa persistencia me ha convertido en un observador de privilegio.
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